La
empresa estadounidense Westinghouse fue
una de las que llegó a impresionar con sus proyectos presentados. Por primera
vez, el público tendría la oportunidad de ver en directo aquello que solamente
había podido contemplar en películas o en novelas de ciencia ficción: un robot
Joseph Barnett,
ingeniero de Westinghouse, logró crear a Elektro, un artilugio lo suficientemente
sofisticado para la época y capaz de dejar
boquiabiertos a los presentes
Elektro
era un humanoide que medía 2 metros y 10
centímetros y pesaba 120 kilos, aproximadamente. Era capaz de realizar 26 movimientos diferentes, así
como fumar y caminar.También tenía los sentidos desarrollados: podía ver gracias
a unas células fotoeléctricas insertadas en sus ojos, y hablar, fruto de un aparato reproductor
incorporado con un disco en el que había grabadas 700 palabras.
Los
visitantes del stand de Westinghouse quedaron impresionados con lo que estaban
viendo. El progreso había llegado y se estaba dando un importante paso hacia el
futuro.
Fruto del extraordinario éxito que cosechó la Feria Mundial de Nueva York, los
organizadores decidieron volver a abrir las puertas de la exposición y poner en
marcha una nueva en 1940.
Westinghouse
volvió a presentar a Elektro, pero esta vez venía acompañado de una mascota: Sparko. El nuevo
invento consistía en un robot con forma de perro Terrier. Podía ladrar, posarse sobre sus
dos patas traseras y seguir sencillas instrucciones que
se le indicaban.
Tras la
Feria, la fama alcanzada llegó a tal punto que los robots fueron llevados de
gira por todo el
país, llegando incluso a cruzar el mundo.
Elektro
participó en varios films y, a finales de los años 60, el androide fue desmontado cuando su creador, Joseph Barnett, se
jubiló. Su cuerpo fue vendido como chatarra y solo se rescato su cabeza, que se
entregó como recuerdo al ingeniero.
La
historia de Sparko fue algo más trágica. Según indican las fuentes, el
"perro" deambulaba en 1957 por las instalaciones que Westinghouse
tenía en California; cuando salió al exterior, fue atropellado por un automóvil que pasaba en aquel momento por allí.
Un final triste para un invento histórico.
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